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Santiago de Compostela; un camino de estrellas a la eternida

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PRESENTACIÓN

“Ponte un poquito más cerca del silencio y recoge los cabellos de esta noche que sueña, desnudo su cuerpo. Tiene muchos horizontes, muchas brújulas, y un destino que arde incansable cada vez y sus cincuenta y dos papeles. Después vuelve a empezar con otra cosa —con tu mano, que le da perlas para hallar un deseo, una islita de sueño.”

Primer poema de El concierto de los jacintos. Odiseas Elitis (fragmento)

Tarde extraña a vueltas con la conciencia y perezosas urgencias. Leo a Arturo Schopenhauer y a mi amigo Harold Alvarado Tenorio entrevistando a Borges. En un bucle gracioso, descubro que el patrón de todos los bibliotecarios apreciaba sinceramente la cosmología del viejo cascarrabias alemán, ya es casualidad:

“Si, he dedicado muchos años al estudio de la filosofía china, especialmente al taoísmo, que me han interesado mucho y también he estudiado el budismo. He estado también muy interesado por el sufismo. De modo que todo eso ha influido en mí, pero no sé hasta dónde. He estudiado esas religiones, o esas filosofías orientales como posibilidades para el pensamiento o para la conducta, o las he estudiado desde el punto de vista imaginativo para la literatura. Pero yo creo que eso ocurre con toda la filosofía. Creo que fuera de Schopenhauer, o de Berkeley, yo no he tenido nunca la sensación de estar leyendo una descripción verdadera o siquiera verosímil del mundo. He visto más bien en la metafísica una rama de la literatura fantástica.”

A lo mejor es que Jorge Luís le leyó al filósofo párrafos como éste, que suena a Borges y no a Schopenhauer:

“Me dicen que abra los ojos y contemple las bellezas que el sol alumbra; que admire sus montañas, sus valles, sus torrentes, sus plantas, sus animales y no sé cuantas cosas más. Pero entonces, ¿el mundo no es más que una linterna mágica?. Ciertamente el espectáculo es espléndido, pero en cuanto a representar allí algún papel, eso es otra cosa.”

Ambos tenían razón, ¿qué sabe nadie de metafísica? Pasada la edad de la esperanza inducida, el pensamiento se vuelve tan huérfano, tan miserable, como aquellos dos hermanos primitivos y bárbaros del cuento de los cuchilleros, ¿recuerdan? Pues resulta que la frase certera, el remate borgiano que rezaba en perfecta y cruel síntesis: “a trabajar hermano, esta mañana la maté”, fue cosa de doña Leonor, clara madre del divino ciego. Y en metafísicas andábamos en el tiempo que llegó a mis manos el manuscrito de Jose Luís Pardo que hoy puede contemplar el animoso lector. Jose Luís se ha especializado en el difícil oficio de hacer libros bellos por dentro y por fuera, bellos en lo formal, pero más hermosos aún en la pléyade de significaciones que, obra tras obra, nos va aportando. No basta con conocer a Jose Luís, siempre termina por sorprendernos, por mucho que sus amigos hayamos esperado de él.

Hoy, como Borges, toma el camino como valor literario, como ejercicio de lucidez en el laberinto del espíritu. Y si Borges habla de caminos como composición simbólica, Jose Luís Pardo lo hace con “El Camino”, el permanente devenir hacia el sepulcro del Hombre Santo, el Señor Santiago que tanto ampara a creyentes como a aquellos que aún mantienen el corazón caliente y ánimo de reflexiva introspección.

Todo está aquí, a través del espíritu animoso de Marco, que es imagen de todos cuantos amamos y sufrimos la vida, apoyado en el báculo de su infatigable hermana Alba, caminan en busca de las grandes respuestas Flavio Aecio, el romano, junto a Guillermo de Aquitania, el buen rey Alfonso o el viejo Carlomagno, transitan revestidos con sus capas pluviales con parecidos fines, son anhelantes espíritus en pos de lo único que al final importa.

Así que este “Camino de estrellas” nace con afán de pedagogía histórica, de recuerdo amable de quienes hollaron la vía Jacobea, ahora en un tiempo extraño y áspero en el que ya casi nadie recuerda sus orígenes. Naturalmente, Jose Luís Pardo no se queda ahí, descubrirán también la profundidad de los laberintos de su pensamiento, filosofía de vida tan entretenida como pertinente y necesaria.

Quedan además sus imágenes nocturnas, la revelación de una Compostela ignota, vacía de habitantes y plena de significación. Imágenes tomadas con frío, vigilia y mucho trabajo, aunque no se note, hurtadas a la noche, cuando todo duerme. Un complemento visual extraordinario que redondea esta obra afortunada en tiempos jubilares. Disfrutamos así la vista y el intelecto, no podemos pedir más, el único perjudicado de esta historia es el propio autor, habrá de esmerarse y mucho para superarse a sí mismo, sabemos que lo hará y sólo demandamos de la fortuna que nos permita contemplarlo.

Juan Granados,
Septiembre de 2010.
Fecha de publicación
12/01/2010
Nº de páginas
48
Tamaño (cm.)
30x23
Formato
Cartoné
1 Artículo
Nuevo

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