Una epidemia de amor cortés asola Camelot, que sobrevive a duras penas a las voces desentonadas de los galanes. La llegada del invierno apacigua los ánimos en la Britania del rey Arturo, pero un malentendido y el orgullo de Aleta y Valiente ocasionan la separación del matrimonio.
El príncipe merodea por los caminos en busca de aventuras, pero nada se parece a los viejos tiempos, y no le anima ni el rescate de una doncella ni la toma de un castillo.
Entretanto, Aleta emprende en compañía de las gemelas y Galán un peligroso viaje de regreso a las Islas de la Bruma en el velero de Gundar Harl, cuya pericia e ingenio los salvan de mil peligros.
Finalmente, Valiente comprende su error y se propone a reconquistar a Aleta, pero antes va a tener que recorrer miles de kilómetros, algo muy complicado, ya que el mundo ha cambiado y las comunicaciones son más difíciles cada día que pasa. Las migraciones de los bárbaros y la guerra han puesto a Europa al borde del abismo a finales del siglo V.
Valiente viaja en compañía del príncipe Arn hacia el mar Egeo. Sir Lancelot les presenta al joven Ben Zirara, que vuelve al hogar y cuyo conocimiento del camino les puede ser útil. Cruzan las Galias, surcan el Mediterráneo y recorren la costa norteafricana, donde padre e hijo llegan a ciudades aferradas a las tradiciones porque cualquier cambio es malo, se enfrentan a fanáticos religiosos, ven ciudades milenarias a punto de ser devoradas por el desierto y consiguen llegar a un puerto en que los aguarda una nave con el pabellón de la reina Aleta.
Pero un hombre rico e inteligente, Ortho, señor de Kos, se ha fijado en la solitaria reina y ha conseguido ganarse su confianza. La eliminación del príncipe Valiente es cuanto necesita para convertirse en rey y desposar a la mujer de la que se ha enamorado.
Su plan tiene dos fallos. En primer lugar, Valiente es un hombre difícil de matar, y además, un insignificante empleado al que ha despedido sigue sus pasos, y no hay enemigo pequeño...
